January 18th, 2021
Si ha tenido la oportunidad de practicar el “paddle board” habrá notado que es una experiencia única y relajante. Pese al esfuerzo físico que se requiere para poder remar, esta actividad acuática logra proveer un espacio para reflexionar en las maravillas de la creación de Dios. Luego de haber llegado a un espacio céntrico, no hay nada como poner el remo a un lado (sin que se caiga al agua) y acostarse a sentir el sol en el rostro. Puede cerrar sus ojos y dejar que la brisa lo acaricie mientras deja que sus pensamientos corran libres. ¡Ah! Eso sí. Tome en cuenta que, si se relaja demasiado, las propias corrientes de agua, por débiles que sean, lo seguirán llevando. Si se aleja demasiado de la orilla donde el viento es más fuerte, volver será muy complicado.
Con esto en mente, reflexionemos en lo siguiente. ¿Podría imaginar lo difícil que sería vivir en el mismo espacio con un desconocido? Más allá de no saber cómo romper el silencio incómodo, cuesta trabajo conectar con alguien de quien poco se sabe.
La crisis por la pandemia del COVID-19 ha revolucionado la forma de hacer vida. La rutina diaria, la forma de socializar y hasta cómo nos divertimos ha cambiado considerablemente. De toda experiencia podemos rescatar aspectos positivos y negativos. De los positivo podemos destacar nuestra capacidad para la resiliencia, ajuste a los grandes cambios y adquisición de nuevas destrezas tecnológicas. Probablemente puedan añadir muchas más. Sin embargo, para muchas parejas la realidad es distinta.
El ajetreo diario ha cargado las agendas. Cumplir con los requerimientos del trabajo al mismo tiempo que se deben cumplir con los quehaceres del hogar. Se deben atender a los niños que pasan mucho más tiempo en casa y ya no ocupan tiempo en actividades extracurriculares. Seamos honestos. El tiempo que pasaban en la escuela o la practica deportiva permitía a las parejas cumplir con otras responsabilidades y tener tiempo para compartir entre ellas. Pero, desde marzo de 2019 nos hemos tenido que reajustar. Lamentablemente vivimos apagando fuegos, sin un espacio en la agenda para al menos saludar a la persona que duerme a nuestro lado. Y esta ha sido nuestra realidad. Logramos cogerle el piso y nos acostamos a dejar que la corriente nos llevara. Ahora volver a la orilla segura sea ha vuelto todo un desafío.
Desafío no es sinónimo de imposible. Es tiempo de tomar acción y remar de vuelta hacia nuestra pareja. Vamos a reencontrarnos. ¿Cómo lograrlo?
En primer lugar, quejarnos y buscar culpables por el distanciamiento no adelanta nada. En Cantares 3 versículos 1 y 4, encontraremos una hermosa demostración de actitud proactiva. La sunamita expresa: “De noche en mi cama busqué a mi amado. ¡Lo buscaba, pero no podía encontrarlo!... Apenas dejé de hablar con ellos, ¡encontré al amor de mi vida! Lo abracé y no lo solté…”. Si hemos identificado que todo el afán diario nos ha alejado de nuestra pareja hagamos nuestra parte por acercarnos nuevamente. Recuérdele porqué se enamoró de usted.
En segundo lugar, es importante rescatar la intimidad de pareja. No nos limitemos.
Probablemente al escuchar “intimidad” lo redujo solo a sexo. Pero, el acto sexual es solo una parte de la intimidad de la pareja. Nos referimos a esos momentos románticos, miradas que dicen más que mil palabras, sonrisas coquetas, abrazos, caricias y acostar la cabeza sobre el regazo de la otra persona. ¡Qué maravilla! No, no se sonroje. Es lo que alimenta su relación. En 1 Corintios 7 versículo 5, Pablo aconseja a los matrimonios mantenerse juntos y no dar ni un espacio a la tentación.
El afán diario en combinación con la rutina puede ser peligroso y atenta violentamente contra el amor. Es tiempo de un reencuentro. Dejemos el afán y el orgullo a un lado y rememos de vuelta hacia el amor de nuestra vida.
Con esto en mente, reflexionemos en lo siguiente. ¿Podría imaginar lo difícil que sería vivir en el mismo espacio con un desconocido? Más allá de no saber cómo romper el silencio incómodo, cuesta trabajo conectar con alguien de quien poco se sabe.
La crisis por la pandemia del COVID-19 ha revolucionado la forma de hacer vida. La rutina diaria, la forma de socializar y hasta cómo nos divertimos ha cambiado considerablemente. De toda experiencia podemos rescatar aspectos positivos y negativos. De los positivo podemos destacar nuestra capacidad para la resiliencia, ajuste a los grandes cambios y adquisición de nuevas destrezas tecnológicas. Probablemente puedan añadir muchas más. Sin embargo, para muchas parejas la realidad es distinta.
El ajetreo diario ha cargado las agendas. Cumplir con los requerimientos del trabajo al mismo tiempo que se deben cumplir con los quehaceres del hogar. Se deben atender a los niños que pasan mucho más tiempo en casa y ya no ocupan tiempo en actividades extracurriculares. Seamos honestos. El tiempo que pasaban en la escuela o la practica deportiva permitía a las parejas cumplir con otras responsabilidades y tener tiempo para compartir entre ellas. Pero, desde marzo de 2019 nos hemos tenido que reajustar. Lamentablemente vivimos apagando fuegos, sin un espacio en la agenda para al menos saludar a la persona que duerme a nuestro lado. Y esta ha sido nuestra realidad. Logramos cogerle el piso y nos acostamos a dejar que la corriente nos llevara. Ahora volver a la orilla segura sea ha vuelto todo un desafío.
Desafío no es sinónimo de imposible. Es tiempo de tomar acción y remar de vuelta hacia nuestra pareja. Vamos a reencontrarnos. ¿Cómo lograrlo?
En primer lugar, quejarnos y buscar culpables por el distanciamiento no adelanta nada. En Cantares 3 versículos 1 y 4, encontraremos una hermosa demostración de actitud proactiva. La sunamita expresa: “De noche en mi cama busqué a mi amado. ¡Lo buscaba, pero no podía encontrarlo!... Apenas dejé de hablar con ellos, ¡encontré al amor de mi vida! Lo abracé y no lo solté…”. Si hemos identificado que todo el afán diario nos ha alejado de nuestra pareja hagamos nuestra parte por acercarnos nuevamente. Recuérdele porqué se enamoró de usted.
En segundo lugar, es importante rescatar la intimidad de pareja. No nos limitemos.
Probablemente al escuchar “intimidad” lo redujo solo a sexo. Pero, el acto sexual es solo una parte de la intimidad de la pareja. Nos referimos a esos momentos románticos, miradas que dicen más que mil palabras, sonrisas coquetas, abrazos, caricias y acostar la cabeza sobre el regazo de la otra persona. ¡Qué maravilla! No, no se sonroje. Es lo que alimenta su relación. En 1 Corintios 7 versículo 5, Pablo aconseja a los matrimonios mantenerse juntos y no dar ni un espacio a la tentación.
El afán diario en combinación con la rutina puede ser peligroso y atenta violentamente contra el amor. Es tiempo de un reencuentro. Dejemos el afán y el orgullo a un lado y rememos de vuelta hacia el amor de nuestra vida.
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